Descripción
Escritas desde la tensión de lo sensible, adentrarse en las palabras de El fulgor de las aguas entre los árboles es entrar en la humedad de la magia, en el roce de la luz sobre las hojas, en la voz baja de los manantiales, en lo profundo del bosque y su sentir. Sus poemas —cortos, limpios, intensos— suponen un acto de comunión erótica con la naturaleza, buscan el diálogo con el enigma de los ecos y lo incorpóreo. Aves y árboles, noches, silencios y el susurro de otro cuerpo. El mar que se divisa desde el monte. Algo, alguien, dibuja en la piel de lo femenino. Tienen los textos toda la pureza de un testimonio que no debe morir. Tal vez por eso dice Raquel Pérez en el prólogo que Isabel se entrega al acto de escribir «con toda la fuerza de su libertad creadora, que en ella se manifiesta como una tiranía feliz a la que somete todo su ser».
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